9 consejos para redactar un artículo divulgativo o periodístico de ciencia



Según sé, no existe fórmula infalible para redactar bien, y se trata de una habilidad que se perfecciona conforme adquieres experiencia; el hermoso proceso de lectoescritura te ofrece métodos y conocimientos que te permiten producir textos cada vez más acabados, así como placenteros o útiles para tu lector. Pero, evidentemente, para lograrlo hace falta que quien escribe tenga voluntad, interés y autocrítica. A continuación te dejo nueve consejos elementales —que no por ser obvios son prescindibles— para redactar una nota periodística o un artículo de divulgación de ciencia.

1. Cuida tu credibilidad: ¿qué o quién sustenta lo que cuentas?
No es lo mismo Wikipedia o un medio no especializado que Nature o el MIT Technology Review. NUN-CA. La Enciclopedia Libre o Sin Embargo te pueden sacar de apuros durante la primera fase de tu investigación o proceso de documentación, incluso pueden remitirte a alguna fuente confiable. Basarte en un bulo o un texto mal documentado te quita credibilidad: corrobora la información que transmites. Siempre que sea posible y pertinente, asegúrate de incluir al menos una opinión experta o fuente documental contrastante o complementaria; la ciencia es inacabada, se corrige a sí misma a la luz de nuevos resultados. Que no te pase como a los medios que cayeron redonditos por la chava mexicana que «inventó un tratamiento contra el cáncer» (que en realidad es un producto milagro).

2. Pregunta, relee, investiga: no te quedes con dudas.
Como divulgador o periodista científico, tu deber es ser algo así como un traductor, alguien que «traduce» el lenguaje técnico o científico a uno fácilmente comprensible para un público no especializado. A fin de cumplir cabalmente con tu rol, primero debes entender bien ese texto oral o escrito que posteriormente «traducirás» y sintetizarás para tus lectores. Durante el transcurso de una entrevista, toma nota de lo que no entiendes y, cuando sea el momento adecuado, pregunta al experto; si no entiendes un concepto o una explicación de un artículo, relee cuantas veces sea necesario o investiga lo que otros especialistas dicen al respecto de ese tema tan esquivo. Si tú no lo entiendes, ¿cómo se supone que se lo explicarás a tu público?

3. Ten siempre en mente a tu lector: ¿para quién escribes?
No es lo mismo escribir para un adulto que sólo cursó educación básica (o menos) que para un universitario o un profesionista, ni estos se engancharían tan fácilmente con un texto orientado a niños o adolescentes. Y la importancia de conocer a tu lector meta y su contexto no se detiene ahí: ¿llegas a tu público a través de un medio digital o de uno impreso?, ¿cuánto tiempo o cuántos caracteres estaría esa persona dispuesta a leer?; es decir, ¿puedes echar mano a enlaces, etiquetas, videos, gifs, memes, momos...?, ¿se vería bien?, ¿sería útil? En suma, tu lector meta determina el uso que debes hacer del lenguaje escrito —en lingüística, le llamamos registro (acepción 23)— y demás recursos comunicativos que tengas disponibles, así como la extensión de tu texto.

4. Sé fiel al original: simplifica sin tergiversar ni inventar ni ser amarillista.
Frecuentemente escribirás sobre temas que te resultan ajenos y, por si fuera poco, te verás en la necesidad de reducir un artículo científico de 10 páginas (o más) o una entrevista transcrita en 15 páginas (o más) a una nota de dos páginas (¡o menos!). Al «traducir», algo se pierde, pero es tu deber garantizar que lo esencial permanezca. En adición, ten siempre en cuenta el respeto que el investigador y su trabajo merecen; y recuerda que la información que transmites puede tener repercusiones en la vida de tus lectores. A nuestros amigos de La Jornada se les chispoteó con eso de la «desaparición de hasta 70% de los pingüinos rey» (el artículo original dice que 49% podría perder por completo su hábitat y 21% podría ver su ecosistema considerablemente alterado).

5. Juega con tus mapas mentales: úsalos siempre que sea pertinente.
¿Ya leíste El inconcebible universo. Sueños de unidad? Pues es el paradigma perfecto. En su libro, José Gordon hace realidad esos sueños de unidad al tender puentes entre ciencia y arte, cuando nos demuestra el vínculo que existe, por ejemplo, entre el gato de Cheshire y la teoría de cuerdas. Una anécdota, una película, un poema, una canción, una pintura o un hecho o personaje de la cultura popular puede convertirse en tu aliado para llevar a cabo la difícil tarea de explicar de manera sencilla algo complejo. La pertinencia depende de si con ello realmente aportarías algo sustancioso para mejorar la comprensión del tema que expones o si te ayudaría a crear una conexión con tu lector o si sería bien recibido por él.

6. Subtitula: define el armazón que da forma a tu texto.
Ya elegiste el tema, ya entrevistaste, ya preguntaste (y volviste a preguntar), ya leíste (y volviste a leer), ya investigaste (y volviste a investigar); además, a lo largo de todo el proceso, tomaste notas (sobre lo que más te llamó la atención o algunas ideas para emplear tus mapas mentales, quizá en torno a tus impresiones), extrajiste o resaltaste citas textuales (aquello que no podrías parafrasear en primera instancia o que destaca puntual o eficazmente rasgos que consideras de suma importancia), hiciste paráfrasis («tradujiste», pusiste en tus palabras, sintetizaste)... Ergo, ya tienes una idea clara de hacia dónde se dirige tu texto. Es hora es escribir algunos subtítulos en tu página en blanco; no te preocupes, son tentativos: más que subtítulos en sí, son las ideas principales de tu nota o artículo.

7. No le temas a la página en blanco: vacía todo ese sapiencial vómito textual.
Vacíalo todo, todo, todo. De veras, todo: notas, citas textuales, paráfrasis, recursos complementarios (imágenes, enlaces, audios...)... Acomódalo según corresponda a cada uno de los subtítulos tentativos que previamente esparciste en tu página en blanco. Una vez hecho lo anterior, ahora: replantea, contextualiza, precisa, enlaza, explica, pule, «limpia, fija y da esplendor» a tus ideas y demás elementos presentes en la página. Durante esta fase de la redacción, concéntrate en trabajar tus ideas, la información, el contenido propiamente dicho; que las citas textuales y las explicaciones se correspondan, que esté presente todo aquello que debe estar ahí. Éste es un método de redacción (consejos 6, 7 y 8) —a mí me funciona—, hay otros; será tu propia experiencia la que eventualmente determine cuál es la mejor técnica para ti.

8. Edita, edita, edita: todas las veces que sea necesario (y posible).
Corrige, complementa, elimina. No te limites a corregir contenido, presta atención a la forma, que es de gran importancia —pareciera que la mala ortografía es contagiosa, ¿sabes?... No contribuyas a esparcir la pandemia—. Ciertamente la calidad del texto comienza con el contenido, pero es la forma la que permite apreciar y comprender aún mejor ese valioso conjunto de conocimientos que presentas en tu texto. No es mera cuestión de acentos, puntos y comas, asimismo debes cuidar tus escritos de esas malas hierbas que son la pobreza léxica, la incongruencia, la contradicción, la ambigüedad, la falta de cohesión o continuidad, el mal uso de las conjugaciones verbales, el abuso de los adjetivos, las imprecisiones semánticas, la repetitividad, los barbarismos... Todo texto es espejo de quien lo escribe.

9. Hazlo por amor al conocimiento: escribe sobre lo que te apasiona.
¿Alguna vez has escuchado a alguien hablar de algo que le apasiona? Cuando quien comunica sabe emplear sus recursos discursivos, hace algo más que compartir datos o información, contagia ese amor, ¿cierto? Pues bien, antes de llegar a tu público meta, tu primer lector serás tú mismo; sé objetivo, autocrítico, cuestiónate: «¿Y a mí qué?». ¿Te gusta?, ¿te sirve?, ¿te importa?... ¿Qué te motiva para redactar sobre ciencia o tecnología? A mí, contribuir con mi granito de arena a la formación de sociedades críticas y participativas, constituidas por personas que no crean en ufología, homeopatía, astrología o numerología alguna; ciudadanos que sepan que la verdadera ciencia está a su servicio y que los beneficios de la tecnología dependen en gran medida del uso que ellos mismos le den.

El pilón.
Lee, lee, lee. Lee mucho, y a conciencia, si quieres mejorar tu redacción. Lee, escucha y mira a los grandes de la divulgación y el periodismo científicos. Te puedo recomendar a: Iván Carrillo, Antimio Cruz, José Gordon, Pampa García, Alex Riveiro —quien, por cierto, ha mejorado muchísimo su redacción en los últimos años—, César Tomé López —cuya camaleónica y perseverante pericia para tratar temas diversísimos es sencillamente admirable—, Natalia Ruiz Zelmano, Goyo Jiménez, Juan Ignacio Pérez, Deborah García Bello, Antonio Martínez Ron, José Ramón Alonso —y sus mapas mentales que crean puentes entre literatura, cultura popular y ciencia—, Laura Morrón, Iván Rivera, Neil deGrasse, Stephen Hawking, Carl Sagan...; si lo tuyo es ser youtubero: Aldo Bartra, Patricia Tezanos, Javier Santaolalla, José Luis Crespo Cepeda, Martí Montferrer, Carolina Jiménez, quienes demuestran que, para hacer divulgación científica de calidad por YouTube, primero necesitas redactar un buen guion. 

Sin más... ¡Divulgadores y periodistas científicos, a la mar! ;)

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