«Las chicas son de ciencias: 25 científicas que cambiaron el mundo» - - - Reseña



Bienintencionado, cool y hermosamente ilustrado
Dirigido a un público joven, este libro recoge textos breves (entre setecientas y novecientas palabras) en los que se se exponen logros científicos y vicisitudes de mujeres que contribuyeron al avance o la concreción de diversos logros en diferentes disciplinas, a la vez que allanaron el camino para las siguientes generaciones de científicas. Al inicio de cada capítulo se registran el nombre, un epíteto descriptivo, la fecha y el lugar de nacimiento, el que los autores consideran el mayor logro, la cita textual que eligieron los autores como el lema de la mujer de ciencia en cuestión y un enunciado que denominan «Cópiale», con el que pretenden los autores exhortar a que las lectoras le sigan los pasos a dicha científica. La presentación de estas «25 científicas que cambiaron el mundo» sigue un orden cronológico y claramente tiene como propósito despertar el amor por la ciencia entre las chicas más jóvenes (cuando se dirigen su público lo llaman «amigas»). El registro lingüístico elegido por Irene Cívico y Sergio Parra es desenfadado, juvenil e irreverente. Los dibujos de Núria Aparicio son ilustrativos, hermosos y se complementan con tipografía manuscrita u otros detalles gráficos aquí y allá a lo largo del libro que embellecen la edición.

Primer capítulo del libro, dedicado a Agnodice, «La primera médica conocida de la historia».


Redacción exagerada, simplista y cursi
Además, carece de objetividad: Cívico y Parra no vacilan al tildar de tontos, ignorantes o machistoides a profesores, científicos u ideologías que se interpusieron en el camino de estas «mujeres guerreras». Una cosa es emplear vocabulario como: «colorinchis», «forever and ever», «era una tipa bastante genial, la verdad», «perretes», «jolines», «guiño, guiño», «cool», «y se quedaron tan panchos», incluso «Ejem, Princeton, ahí la cagastéis bastante»; que las científicas  tenían «ideas locas» o «se ponían como locas» a estudiar «bichitos feos y arrugados» o estrellas o sismos. Pero otra cosa, muy diferente, es simplificar y tergiversar, por ejemplo, lo que sucede en el CERN y cómo se hace: «Pues a lo bruto, la verdad. Cogen una partícula, la meten en esta máquina y la empiezan a acelerar con electroimanes a velocidades inimaginables. La partícula empieza a dar vueltas y más vueltas por el interior del anillo de varios kilómetros de longitud… tan rápido que en solo un segundo puede dar miles de vueltas… y entonces… ¡zas! La hacen chocar contra un objeto. En ese momento, durante una fracción de segundo, produce una serie de emisiones de energía y los científicos aprovechan para disparar un montón de fotos», las temperaturas alcanzadas son de «achicharramiento máximo» (una de las poquísimas explicaciones del libro); o esa tendencia que los autores tienen de invisibilizar o minimizar a los colaboradores de las mujeres cuyas vidas reseñan, pues hacen parecer que el mérito es sólo o esencialmente de ellas. La cursilería se nota en el empeño que los autores le ponen a destacar las dificultades, lo que transmite la sensación de estar leyendo 25 historias de superación personal. Pobreza léxica, mala puntuación y repetitivos errores gramaticales también tienen cabida en este libro.



Seudofeminismo disfrazado de divulgación científica
Novios o esposos son descritos como un estorbo, una mordaza, un impedimento, un error, un problema, incluso cuando llegan a morirse son una molestia (por la tristeza que ocasiona la muerte de su esposo, una de estas guerreras no pudo obtener su posgrado); se elogia desmesuradamente a aquellas científicas que no se casaron o no tuvieron hijos; se llega al punto de elegir como lema para Inge Lehmann el siguiente: «Deberías conocer a muchos hombres incompetentes con los que he tenido que competir… en vano», cuando para otras mujeres se eligieron frases como: «Las mujeres somos tan buenas como los hombres», «Si la necesidad es la madre de la invención, entonces el ingenio es el padre», o «Nada en la vida llega fácilmente, así que trabaja duro». Exhibir el machismo de Albert Einstein (citar fragmentos de sus cartas a su esposa), dedicarle alrededor de doscientas palabras (25% de la extensión del texto) a describir lo abusón que era y otro tanto para dejar entrever que ella fue la «madre de la teoría de la relatividad». Otro punto que destaca como grave falta de esta obra es la carencia de bibliografía; no sabemos de dónde sacaron los autores toda la información que nos presentan en su libro. En suma, es el trabajo de la ilustradora el que destaca por su profesionalismo y belleza. Se trata de un compendio de hermosas ilustraciones acompañadas de seudofeminismo cool que pretende pasar por divulgación científica niceUn pobre intento de emular el exitoso —¡y mucho mejor escrito!— Mujeres de ciencia. 50 pioneras intrépidas que cambiaron el mundo de Rachel Ignotofsky (2017).

Feminismo, según yo lo entendido, es aceptar que hombres y mujeres, aunque no somos iguales, debemos tener los mismos derechos y oportunidades, en tanto seres humanos; también, luchar para que esto sea una realidad es feminismo. Mas resulta esencial tener siempre presente que el feminismo no es lo contrario al machismo, pues no pretende posicionar a la mujer por encima del hombre, como el machismo posiciona al hombre por encima de la mujer. Ridiculizar, agredir, exagerar, tergiversar, simplificar, satanizar, y demás recursos empleados por los autores... nada de eso es feminismo. Si tan sólo en lugar de dedicárselas a dilucidaciones seudofeministas, Irene y Sergio hubieran empleado esas energía, gracia y extensión en exponer, detallar y explicar mejor los logros de las 25 mujeres que eligieron, éste habría sido un excelente libro de divulgación científica para jóvenes (y no habría sido sólo para «chicas»).

Comentarios

Entradas populares