«Ciencia ficción ciencia. Una historia de dos universos» - Alberto Güijosa y José Gordon
¿Qué
tienen en común la ciencia y la ciencia ficción?, ¿existen puentes entre lo que
cuentan una y otra? El escritor y el físico teórico conversaron al respecto,
comenzaron planteando preguntas: ¿cómo surge el interés por la ciencia?, ¿qué
despierta en nosotros esa particular curiosidad?, ¿cómo influyen personas o
factores en nosotros? José Gordon recuerda el momento preciso cuando, muy niño,
en la playa, se encontró por primera vez frente a la maravilla de intuir ese
otro mundo, inmenso y misterioso, que es el mar. Para Alberto Güijosa fue la
astronomía su catalizador primigenio, después vendría el complejo y fascinante
mundo de la física, retándolo con realidades como la del experimento de la
doble rendija.
El
pequeño Pepe, de 6 o 7 años, frente al mar una noche; el oleaje, las rocas, el
mar, el oleaje, las rocas, el mar, el oleaje, las rocas, el mar... la sensación
del oleaje nocturno y, de repente: «sientes la majestuosidad de la existencia».
En un intento de objetividad neta, se pregunta por qué existe algo y, más aún «¿Por
qué hay algo en vez de que no haya nada!». El mar, excelente y recurrente
metáfora en arte y en ciencia, nos ayuda en el esfuerzo por entender lógicas
ambiguas, como aquello de que «Las peras son peras, excepto cuando son manzanas»
(Arthur Koestler) y los desconcertantes fotones que son onda y partícula a la
vez. «El infinito está más cerca de quienes están cerca del mar», nos dice
Gordon.
«¿De
dónde sale este pulso común de la diversidad que apreciamos?», se cuestiona el
traductor y ensayista mexicano, al igual que numerosos hombres y mujeres de
ciencia y arte lo han hecho antes. La ciencia, con base en experimentación y observación,
formula leyes que explican la naturaleza; aunque desde hace siglos lo persigue,
aún no ha podido explicar todo lo que
existe. En el arte también es posible encontrar ese anhelo de unidad, como en «El Aleph» del escritor argentino
Jorge Luis Borges, donde todas las facetas del universo convergen en un solo
punto. Por su parte, los físicos teóricos como Güijosa se empeñan en descubrir
todas las dimensiones de la existencia, surgió de ese afán la Teoría de
Cuerdas.
Entonces,
¿es la ciencia un catálogo de datos? El investigador de física teórica de altas
energías y gravedad cuántica nos responde que no. En «La escritura del dios»,
Borges hace nacer la pregunta «¿Qué tipo de sentencia hará una mente absoluta?»,
pues seguramente a un dios le bastaría decir una sola palabra para dar origen a
la creación de la existencia, ¿cierto? Los científicos cuentan con las
matemáticas para descifrar ese lenguaje, las matemáticas son los «superpoderes
usados para describir toda la riqueza de la existencia». Y en ese momento
Gordon complementa diciendo que en la poesía encontramos el superpoder de «verter
un océano de significados en una tacita de té».
Nos
dice el antes astrofísico que, para tener «la receta del cosmos dentro y fuera
del átomo», es necesario unificar el Modelo Estándar (que no incluye la
gravedad) y la Teoría General de la Relatividad (que nos dice que la gravedad
es el resultado de la distorsión espacio-tiempo). ¿Cuál es, entonces, el origen
microscópico de la gravedad?, ¿y de qué está hecho ese tejido denominado
espacio-tiempo? En el Gran Colisionador de Hadrones (GCH) del Centro Europeo para
la Investigación Nuclear (CERN) se busca la unidad con las teorías einstenianas,
hacerlas compatibles con los hallazgos del CERN. ¿Podrá comprobarse el nexo de
la sinfonía cósmica, esa música elemental del universo, con una «gravedad
cuántica»?
Albert
Einstein aseguró que masas tan inmensas como la del Sol generan tal gravedad
que el espacio-tiempo se altera (gravedad); para entender mejor, visualicémoslo
así: en un colchón (espacio-tiempo) hay canicas (planetas) que giran en torno a
una bola de boliche (Sol); la distorsión causada por la gravedad ya fue
comprobada, al estudiar la trayectoria de los rayos solares. ¿Y qué pasa a
niveles microscópicos? Por desgracia, la teoría de cuerdas aún carece de
evidencia científica, no hay pruebas físicas de sus planteamientos; hacer
coincidir la Teoría Cuántica y el Modelo Estándar sigue siendo imposible.
No
obstante, se ha descubierto una aplicación diferente de la Teoría de Cuerdas,
una que permite explicar cualitativamente lo que resulta en el GCH, como la
sopa de gluones. «El hombre ya fue a la Luna, ¡qué sigue?», plantea el
físico-matemático mexicano. Pues, en el gran teatro del universo que es el GCH,
investigar cuestiones fundamentales de ese universo en el que nuestro hermoso satélite
terrestre es apenas un diminuto punto. Para los curiosos, algunas cifras del
GCH: 600 millones de choques por segundo, 200 imanes (cada uno de más de 27
toneladas), 271 °C bajo cero, temperaturas de billones de grados centígrados al
llevarse a cabo las colisiones. ¿Es un experimento exorbitantemente costoso?...
En la construcción del GCH, asegura Güijosa, se gastó lo mismo que costó un
solo mes de la guerra en Irak. «La decisión es ésa: ¿nos matamos o investigamos
de qué estamos hechos?», asegura el científico.
A
todo esto, ¿de qué dicen los físicos que estamos hechos? Unos dicen que de
puntos, otros dicen que de cuerdas. La Teoría de Cuerdas, esa prometedora
teoría en construcción, asegura que electrones y quarks, vistos de cerca, son
diminutas cuerditas que vibran; «Vibran —dice el comunicador mexicano— y generan
la sinfonía cósmica». Ahora bien, un universo hecho de cuerdas, según señalan
las matemáticas que lo sustentan teóricamente, da cabida a 6 o 7 dimensiones espaciales
(hay incluso quienes dicen que 9 o 10) más 1 temporal. A José Gordon, todas
estas dimensiones le recuerdan la sátira matemática Planilandia
del escritor Edwin Abbott Abbott.
La
ciencia está en constante construcción y reconstrucción, se renueva, se
contradice y rectifica. En la ciencia también hay dualidades, como bien señala Juan
Martín Maldacena al plantear correlaciones entre hoyos negros y la sopa del
GCH. Este teórico de cuerdas asegura que la comunicación entre dos hoyos negros
situados en diferentes sitios del universo es lo que tradicionalmente se conoce
como un agujero de gusano. «Dicen que la distancia es el olvido», cantaban Los
Panchos hace más de cincuenta años, en lo que Gordon denomina un «bolero cuántico». Así
pues, las peras serán manzanas de vez en vez y, ¡por qué no?, los fotones
podrán ser onda o partícula.
Alberto
Güijosa destaca que Maldacena comenzó el desarrollo de sus planteamientos hace
tan sólo dos décadas; hace veinte años que se comenzó a pensar en más
dimensiones y el entrelazamiento cuántico. «Las matemáticas son como un
lenguaje para expresar la naturaleza», nos dice el mexicano; la tarea de los
físicos teóricos consiste en experimentar, ampliando así los alcances de
nuestro dominio del lenguaje matemático. Maldacena propone cuerdas que no son
indiferentes a la gravedad (contrario a las partículas). Las partículas existen
en un espacio-tiempo sin distorsión y con tres dimensiones, mas dicha realidad,
asegura el físico teórico argentino, es traducible a los preceptos de la Teoría
de Cuerdas; al crear la correspondencia holográfica, los universos se vuelven traducibles,
porque en realidad son el mismo. Las peras, al final, son manzanas. En palabras de Octavio Paz:
«todo se comunica y transfigura».
Comentarios
Publicar un comentario